Como en la canción con que los inmortalizó Alberto Cortez, por derecho propio se han erigido en protagonistas y vanguardia del chilenazo. Dale click a la imagen de arriba y fijate nomás en los primeros cuadros, siempre mirando para abajo, entre las piernas de la estudiantina, y los vas a ver siempre en la primera línea de lucha, sin retroceder al chorro de los guanacos que tiran con agua de nieve, siempre ladrándole a los pacos, acompañando a los muchachos a recoger las piedras y acompañar su arrojo con un salto grácil y alegre.
Son los pulgosos. Los callejeros, los rebautizó Cortez, por la nominación mexicana. Quiltros, le dicen los chilenos. No hay ciudad que se precie de civilizada que no los tenga en legión, con su gesto siempre triste y las miradas que le relumbran cuando creen adivinar un gesto humano de cariño. No van por galletitas de marca o un hueso viejo. Acompañan las causas justas porque conocen la inhumanidad de las grandes ciudades, la crueldad del hombre. Y tenían que estar junto a los estudiantes, compatriotas de ellos o de cualquier lugar, porque ya les cantó Violeta.
Puede resultar una plácida entretención estar atentos y descubrirlos. En estos videos y en los que en cantidad hay en YouTube. También cuando pasan escenas en los noticieros. Por momentos llegan a ser grupos comandos de media docena. Cruzan de apuro cuando la bestialidad uniformada viene a toda la carga. Pero no se los va a ver nunca en el bando equivocado. Siempre encaran a los enemigos de la vida. No es un problema de conciencia. Es olfato.
Y ahora que las papas queman están en la lucha, en el lugar que corresponde. Ellos mejor que nadies conocen de las razzias colectivas, las matanzas generalizadas y las tumbas NN. Las autoridades municipales correspondientes se encargan de tan noble tarea. Sobre todo en los balnearios, cuando se van yendo los últimos turistas y la población perruna se ha incrementado por obvias razones de sobrevivencia. Pero al verano siguiente, los sobrevivientes, las crías, vaya a saberse de dónde, vuelven. Siempre vuelven.
En las playas ladran con desesperación sobre todo a los four tracks y el ruido infernal y contaminante de los pobres nuevos ricos que los tripulan. También a los tractores municipales que con la rastra limpian la playa al amanecer. Saben que fuera de temporada son los vehículos que utilizan para cargar con miríadas de cadáveres de hermanos y camaradas suyos.
Ahora están otra vez porque estuvieron siempre. La única diferencia es que la tecnología permite registrarlos, dejar constancia. No habrá vendaval, terremoto o represión que los extermine. Volverán siempre y al lugar que corresponde, con el hocico marcando el norte de la lucha. Hasta la victoria siempre, compañeros pulgosos de tantos campamentos en los médanos, dedos en las rutas o mateadas abajo de un montecito.
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