3.8.11

MUJER, RADICAL, MAESTRA, DEMOCRATA



LASTIMA LO DEL LUNA PARK
Le faltaron apenas seis meses para cumplir uno de sus sueños: festejar los cien años en el Luna Park. Había nacido el 12 de febrero de 1912 en Olavarría y su familia no tardó en mudarse a La Plata, donde curso el magisterio y se recibió de abogada. En 1946, año cargado de sugestiones, se afilió a una UCR abroquelada y  firmemente enfrentada al fenómeno que en el país iba a signar la modernidad. A pesar de haber transcurrido su juventud en la ciudad que era el bastión del por entonces caudillo Ricardo Balbín y la cercanía costera de otro, más populista, como Crisólogo Larralde, su pasión fue firme, constante y fiel. No se puede decir que fue su madre por una simple razón de edad, pero quizá de algún modo su hermana mayor: Raúl Alfonsín, a quien acompañaría como legisladora cuando se produjo en 1983 el retorno a la institucionalidad con él como presidente constitucional.
La condición de mujer fue el eje de todas sus preocupaciones. En un país donde nada es fácil adhirió al divorcio vincular que venía pregonando en la cámara Alfredo Palacios, desde 1904 el primer parlamentario socialista de América, y ya había muerto cuando luego de haberlo venido insistiendo desde 1915, recién 70 años después el Congreso terminó con las ambigüedades que llegaron incluso a  durar horas sobre los finales del primer peronismo.
Jamás ocultó su apoyo irrestricto a otro de los temas más duros y urticantes: la despenalización del aborto, un asunto que sigue siendo divisorio de aguas. Los ocho años en que ocupó una banca le alcanzaron para presentar un centenar y medio de proyectos, siempre todos en torno al tema central sobre el que giró su existencia. Tal vez el de mayor relevancia haya sido conseguir que las mujeres casadas puedan seguir usando su nombre de solteras. Permitir la eliminación del DE, una preposición que feudalmente indica tanto la posesión como la cosificación, tiene más ribetes revolucionarios de los que aparecen a primera vista.
Para tratar de resumir su existencia en un punto se puede decir, con el riesgo de equivocarse muy poco, que fue una fundamentalista del sarmientismo. Para ella la educación constituyó el inicio, medio y fin de la historia, sus transformaciones y avances. Confiaba ciegamente en la palabra y la pluma. Tuvo una existencia raramente coherente entre pensamiento y acción. Lástima estos seis y la festichola en el Luna Park que el país tiene que lamentar. Como la despidió la jurista Marta Argibay Molina, miembro de la Corte Suprema, que habló a pedido de la familia: "Hasta siempre, Florentina." Y gracias, Sobre todo en medio de tanta confusión.