18.10.05

DE LAS MUJERES, MEJOR NI HABLAR



La CIA tenía una vacante y fijó una convocatoria para aspirantes. Después de evaluar a los candidatos, quedaron preseleccionados dos hombres y una mujer. El día de la prueba final condujeron a uno de los hombres ante una puerta grande de metal y le dieron un arma.

-Debemos confirmar que usted seguirá nuestras instrucciones no importa bajo qué cirunstancias -le explicaron-. Al entrar usted encontrará a su esposa sentada en una silla. Tome esta arma y mátela.

El hombre, azorado, pasado un momento, reaccionó:

-Usted no puede estar hablando en serio. Yo nunca podría matar a mi propia
esposa.

-Bien -contestó el agente supervisor-. Esto demuestra que no es la persona adecuada para este trabajo. Le agradecemos su tiempo. Puede retirarse.

Así fue que trajeron al segundo hombre ante la misma puerta, le entregaron el arma y le plantearon los mismos parámetros de la prueba.

El segundo postulante se sobresaltó, pero se repuso, tomó el arma y entró al cuarto. Tras unos minutos de silencio la puerta se abrió y el hombre salió del cuarto, vencido, y con lágrimas en sus ojos confesó:

-Lo intenté, pero simplemente no pude apretar el gatillo. Supongo que no soy el hombre adecuado para el trabajo.

-Es cierto. Usted no tiene lo que se necesita para esto.Tome a su esposa y váyase a su casa.

Ahora sólo les quedaba la mujer. La llevaron ante la misma puerta, y le dieron similares instrucciones:

-Como prueba final, debemos estar seguros de que usted seguirá las órdenes que se le den sin cuestionamientos y sin importar las circunstancias.
Adentro encontrará a su marido sentado en una silla. ¡Tome este arma y mátelo!

La mujer entró y antes incluso de que la puerta se cerrara completamente,
los agentes oyeron a la mujer descargar el arma completamente.

Uno por uno, vació completamente el cargador.

Entonces el mismo infierno se apoderó de aquel cuarto. Se oyeron gritos, aullidos, golpes.

Esto continuó por varios minutos y finalmente todo quedó silencio. La puerta se abrió lentamente, y allí estaba parada la solicitante. Se limpió el sudor de la frente y dijo:

-¿?uién fue el imbécil que cargó balas de fogueo? ¿Tuve que matarlo con la silla!