SE CAE, SE CAE, SE CAE...
por José Muchnik
Y se termina, como terminaron los otros, the end, la película nunca es la misma, siempre esa sensación de que el realizador manipula el público, esa maestría incomparable para absorberlo, para que a cada uno le encante su vestimenta, para sentirse un actor más, una pieza esencial del reparto. Y a la vez este desprecio, ¡váyanse si quieren!, pueden abandonar la escena ahora mismo, ¡esto no es cine, esto es vida!, danza de luces y sombras pariendo seres y vacíos, equilibrio de lentejuelas entre brillos de primeros roles y figurantes, el drama no está en la pantalla sino entre bambalinas, entre las rendijas de la memoria. ¿Y a Usted qué le pasa?, si no le gusta el Director puede buscarse otro. ¡Sí, sí me gusta!, por eso estoy aquí, haciendo cola, quiero reservar entrada para el año nuevo. ¿Qué desea? ¿un año feliz?, sí por favor, tengo que enviarlo a mi familia, a mis amigos … Estimado cliente, me resulta cara conocida, ya debería saber que años felices no se reservan, puedo ofrecerle entradas no numeradas, tal vez consiga asiento tal vez no, tal vez viaje apretado o tenga que bajar en algún insólito paraje, yo no lo apuro tome su tiempo, si le parece puede echar un vistazo en el Mercado de los Años, tal vez consiga algún año feliz a precio accesible, tenga cuidado, circula mucha mercadería falsa. ¿Dónde queda?, es muy sencillo, tome la calle que baja, siempre derecho, siempre derecho, hasta el primer espejismo, no puede perderse, es inconfundible.
¡Asombroso!, nunca había estado, ¡años de todos los años!, podía pasarme la vida recorriéndolos, me quedaba poco tiempo para comprar uno y enviarlo por internet, ¿comienzo por el fondo o los recorro al azar? opté por retroceder un siglo. Coronando la entrada un precioso fileteado carmín, verde jade y oro, enmarcaba el óvalo en cuyo centro titilaban eléctricas lamparitas anunciando 1907 y el progreso. Un aroma extraño emanaba del estacionamiento mezclando efluvios de nafta y tracción a sangre. Carruajes, bueyes, mulas y caballos miraban con asombro triciclos, bicicletas y primerizos automóviles, me decidí a entrar. Cuando vi aquellas imágenes no me quedó la menor duda, aquí encontraré un año feliz, alguna botella 1907 debe quedarles, no es posible que hayan bebido tanta felicidad en un siglo. ¡No sea ingenuo! exclamaron al unísono las señoritas de Avignon, el arte no es la realidad, es una manera de descubrir lo que esconde, si lo sabremos nosotras que nos pintó el maestro, nos llamaban las putas de Avignon, o se piensa que era fácil ser mujer y desnuda, a Pablo Picasso lo trataron de… Nos da vergüenza decirlo. Me detuve consternado, caminé unos metros, levanté la vista pero no me atreví a interrumpirlos, fusión de cuerpos, párpados entornados, ella ofrecía sus labios suspendidos en el centro del deseo, son felices me decía al contemplarlos. Hace bien en no interrumpirlos, de todos modos nada le podrían decir, el beso de Klimt no es un beso, no existen besos eternos, por eso pagarán muy cara esta pintura, para comprar la eternidad, se equivocan como Usted también se equivocó al entrar en este año, me retorné, incliné la cabeza sorprendido, el gnomo estaba vestido con galera y levita azul marino, «Guía» rezaba dorada la inscripción de la solapa, me hizo señas para que lo siguiera, se detuvo frente a un tubo de hierro doblado que se hundía en el suelo como un periscopio invertido, la tapa tenía grabado el año, ¡mire! me ordenó, los cronoscopios no mienten.
Me alejé precipitadamente, debo encontrar, en algún lado debo encontrar, retrocederé un poco más, las imágenes que acababa de ver en el cronoscopio del año 1907 me perseguían. Santa María de Iquique, mineros, palas, 21 de diciembre hace un siglo, hace sangre y caliche, todo mezclado, chilenos, bolivianos, peruanos, argentinos, todos fusilados, se refugiaron en la escuela, ahí les enseñaron la gramática de las balas, el significado del silencio y del punto final, el cónsul de su Majestad Británica señaló la actitud inconsciente de cabecillas y sediciosos, la exportación de salitre siguió alimentando pólvora para otras guerras. Tenía razón el gnomo, los cronoscopios no mentían, giré el ocular hacia el sud-oeste africano, febrero del mismo año, fulgor de diamantes, desierto de Kalahari, las tropas alemanas acababan de exterminar a los Nama, olores pestilentes, un científico recortaba cabezas y otros miembros para fundamentar sus estudios sobre la superioridad de la raza blanca [1]. En París la Venus Hotentote, o mejor dicho su esqueleto, seguía expuesto en el Musée de l’Homme [2]. No existe la memoria, mejor que no exista, hay que olvidar, ¡no!, ¡no hay que olvidar!, la memoria son calles del presente sin ella imposible caminar, me debatía, aceleré el paso, iré hasta el Renacimiento… ¡Espere! ¡espere!, inútil correr, no encontrará años felices, el gnomo trataba de alcanzarme, inútil correr señor, es peligroso, mucha gente se ha perdido persiguiendo la felicidad, sígame, para algo estamos los Guías, si quiere ir hasta el Renacimiento vamos, pero no se interne sólo entre las madejas de tiempo. Mil quinientos siete ¿qué le parece?, se detuvo frente a la Gioconda en el portal de entrada, ¿se anima?
Quedé atónito, el salón inmenso estaba vacío, así es señor una sonrisa alcanza, decidimos consagrar el 1507 a la meditación, una pausa en el aquelarre de años expuestos en este mercado, por eso dejamos almohadones en el piso, para meditar una sonrisa y almohadones alcanzan, tome asiento. ¿La Gioconda, le parece feliz?, me espetó al cabo de unos minutos, la pregunta resonó ambigua, me alegró, ya que el silencio se tornaba irrespirable, me molestó, demasiado trascendente para un mortal, afortunadamente no esperó mi respuesta. Hace cinco siglos que se interrogan sobre el misterio de esa sonrisa, el genio de Leonardo da Vinci es haber concebido una pintura que usted no puede mirar, es ella quien lo mira, es ella quien lo interroga ¿que estás buscando? ¿la belleza? ¿el amor? ¿la eternidad?, entonces se sonríe, no, se equivoca señor, no se burla, esa sonrisa condensa la esencia agridulce de la humanidad, ignorancia y sabiduría, tristeza y alegría, nubes y guadañas, cruces y colinas … por eso le decía que no encontrará años felices, pues la felicidad no se ofrece en años, no señor, ni siquiera en instantes, la felicidad hay que arrancarla al tiempo como las uvas a su racimo, como las sonrisas al alma, no sé como explicarle, como islas de ser en espacios fugaces, más allá de las humanas gravedades, un beso hesitando sobre párpados adormecidos, palmas reteniendo el respirar de las espumas, palabras recién nacidas mordisqueando pezones al azar … ¡Señor! ¡señor! me parece que se está durmiendo, usted debe seguir o abandonar su búsqueda, si desea podemos observar el cronoscopio del 1507 o retroceder un poco más, hasta el año 1.007 o…. No se le escapaba nada, me sobresalté, no estaba durmiendo, mas bien hechizad, no sé si había entendido pero contesté gracias, gracias no deseo ir más allá, me dirigí hacia la salida, ¿cuánto le debo? pregunté mientras hurgaba en los bolsillos, no se preocupe aquí no circula dinero, en todo caso piense la próxima vez la manera de retribuirme dijo con sonrisa misteriosa, como contagiado por la Gioconda.
A pocos pasos de la salida me dejé tentar ¿y si entro en el 2007?, ahora que el enano ese me dejó tranquilo, en algún lugar del planeta tal vez queden alguna botellas felices, ya sé que no es muy distinguido obsequiar cosechas tan recientes, les diré que las dejen añejar para que la felicidad tome gusto. En la entrada un anuncio rezaba «En la medida que el año aún no ha terminado este espacio no posee cronoscopio, todos los acontecimientos se elaboran a la vista del público», un mapa presentaba los recorridos posibles. Mejor evito Darfour, Somalía, Irak, Afaganistán, Medio Oriente, Tchechenia, Congo, Costa de Marfil, los suburbios de París, Londres, Argel, Río de Janeiro, México o Buenos Aires, los orfelinatos de Bucarest o de Moscú, las fábricas informáticas de Tokyo o de Pekin, los barrios negros de New Orléans o Washington, las descargas de residuos de cualquier ciudad, las cazas de ballena y los sitios de pedofilia, los, los, los, las, las, las …pensé rápidamente cómo organizar mi recorrido para encontrar algunas botellas felices, busqué en las islas Mediterráneas, recogí inmigrantes e ilusiones flotando a la deriva, busqué en los cascos polares, vertían los osos blancos lágrimas heladas, busqué en tropicales selvas, avergonzados árboles ocultaban sus cicatrices.
Salí abatido del Mercado de los Años sin nada para enviar, arrastrando pasos y pensamientos pasé delante de unos puestos ambulantes, me detuve, compré arcilla fresca, espátulas y cinceles, siete bolitas y un balero, hilados de amistad, harina de amor, semillas de albahaca y ajo para que el pesto no falle a la hora de la salsa, compré también unos frascos de tiempo para perder, podrán beberlos en caso de agitación excesiva, les mando también unos grisines de soñar, pueden abusar aunque generen adicción … Querida familia, queridos amigos, ya sé que todo esto no alcanza para hacer un año feliz, les ruego mil disculpas es todo lo que pude conseguir.
[1] se trata de Eugen Fischer (1874-1967), autor en 1921, conjuntamente con Erwin Baur y Fritz Lenz, del libro “Principios fundamentales de la ciencia de la herencia humana y de la higiene racial”. Obra que sienta las bases del eugenismo moderno, utilizada luego por Adolph Hitler para argumentar científicamente su ideología y sus planes de exterminio de judíos y otras razas e individuos “ inferiores” .
¡Asombroso!, nunca había estado, ¡años de todos los años!, podía pasarme la vida recorriéndolos, me quedaba poco tiempo para comprar uno y enviarlo por internet, ¿comienzo por el fondo o los recorro al azar? opté por retroceder un siglo. Coronando la entrada un precioso fileteado carmín, verde jade y oro, enmarcaba el óvalo en cuyo centro titilaban eléctricas lamparitas anunciando 1907 y el progreso. Un aroma extraño emanaba del estacionamiento mezclando efluvios de nafta y tracción a sangre. Carruajes, bueyes, mulas y caballos miraban con asombro triciclos, bicicletas y primerizos automóviles, me decidí a entrar. Cuando vi aquellas imágenes no me quedó la menor duda, aquí encontraré un año feliz, alguna botella 1907 debe quedarles, no es posible que hayan bebido tanta felicidad en un siglo. ¡No sea ingenuo! exclamaron al unísono las señoritas de Avignon, el arte no es la realidad, es una manera de descubrir lo que esconde, si lo sabremos nosotras que nos pintó el maestro, nos llamaban las putas de Avignon, o se piensa que era fácil ser mujer y desnuda, a Pablo Picasso lo trataron de… Nos da vergüenza decirlo. Me detuve consternado, caminé unos metros, levanté la vista pero no me atreví a interrumpirlos, fusión de cuerpos, párpados entornados, ella ofrecía sus labios suspendidos en el centro del deseo, son felices me decía al contemplarlos. Hace bien en no interrumpirlos, de todos modos nada le podrían decir, el beso de Klimt no es un beso, no existen besos eternos, por eso pagarán muy cara esta pintura, para comprar la eternidad, se equivocan como Usted también se equivocó al entrar en este año, me retorné, incliné la cabeza sorprendido, el gnomo estaba vestido con galera y levita azul marino, «Guía» rezaba dorada la inscripción de la solapa, me hizo señas para que lo siguiera, se detuvo frente a un tubo de hierro doblado que se hundía en el suelo como un periscopio invertido, la tapa tenía grabado el año, ¡mire! me ordenó, los cronoscopios no mienten.
Me alejé precipitadamente, debo encontrar, en algún lado debo encontrar, retrocederé un poco más, las imágenes que acababa de ver en el cronoscopio del año 1907 me perseguían. Santa María de Iquique, mineros, palas, 21 de diciembre hace un siglo, hace sangre y caliche, todo mezclado, chilenos, bolivianos, peruanos, argentinos, todos fusilados, se refugiaron en la escuela, ahí les enseñaron la gramática de las balas, el significado del silencio y del punto final, el cónsul de su Majestad Británica señaló la actitud inconsciente de cabecillas y sediciosos, la exportación de salitre siguió alimentando pólvora para otras guerras. Tenía razón el gnomo, los cronoscopios no mentían, giré el ocular hacia el sud-oeste africano, febrero del mismo año, fulgor de diamantes, desierto de Kalahari, las tropas alemanas acababan de exterminar a los Nama, olores pestilentes, un científico recortaba cabezas y otros miembros para fundamentar sus estudios sobre la superioridad de la raza blanca [1]. En París la Venus Hotentote, o mejor dicho su esqueleto, seguía expuesto en el Musée de l’Homme [2]. No existe la memoria, mejor que no exista, hay que olvidar, ¡no!, ¡no hay que olvidar!, la memoria son calles del presente sin ella imposible caminar, me debatía, aceleré el paso, iré hasta el Renacimiento… ¡Espere! ¡espere!, inútil correr, no encontrará años felices, el gnomo trataba de alcanzarme, inútil correr señor, es peligroso, mucha gente se ha perdido persiguiendo la felicidad, sígame, para algo estamos los Guías, si quiere ir hasta el Renacimiento vamos, pero no se interne sólo entre las madejas de tiempo. Mil quinientos siete ¿qué le parece?, se detuvo frente a la Gioconda en el portal de entrada, ¿se anima?
Quedé atónito, el salón inmenso estaba vacío, así es señor una sonrisa alcanza, decidimos consagrar el 1507 a la meditación, una pausa en el aquelarre de años expuestos en este mercado, por eso dejamos almohadones en el piso, para meditar una sonrisa y almohadones alcanzan, tome asiento. ¿La Gioconda, le parece feliz?, me espetó al cabo de unos minutos, la pregunta resonó ambigua, me alegró, ya que el silencio se tornaba irrespirable, me molestó, demasiado trascendente para un mortal, afortunadamente no esperó mi respuesta. Hace cinco siglos que se interrogan sobre el misterio de esa sonrisa, el genio de Leonardo da Vinci es haber concebido una pintura que usted no puede mirar, es ella quien lo mira, es ella quien lo interroga ¿que estás buscando? ¿la belleza? ¿el amor? ¿la eternidad?, entonces se sonríe, no, se equivoca señor, no se burla, esa sonrisa condensa la esencia agridulce de la humanidad, ignorancia y sabiduría, tristeza y alegría, nubes y guadañas, cruces y colinas … por eso le decía que no encontrará años felices, pues la felicidad no se ofrece en años, no señor, ni siquiera en instantes, la felicidad hay que arrancarla al tiempo como las uvas a su racimo, como las sonrisas al alma, no sé como explicarle, como islas de ser en espacios fugaces, más allá de las humanas gravedades, un beso hesitando sobre párpados adormecidos, palmas reteniendo el respirar de las espumas, palabras recién nacidas mordisqueando pezones al azar … ¡Señor! ¡señor! me parece que se está durmiendo, usted debe seguir o abandonar su búsqueda, si desea podemos observar el cronoscopio del 1507 o retroceder un poco más, hasta el año 1.007 o…. No se le escapaba nada, me sobresalté, no estaba durmiendo, mas bien hechizad, no sé si había entendido pero contesté gracias, gracias no deseo ir más allá, me dirigí hacia la salida, ¿cuánto le debo? pregunté mientras hurgaba en los bolsillos, no se preocupe aquí no circula dinero, en todo caso piense la próxima vez la manera de retribuirme dijo con sonrisa misteriosa, como contagiado por la Gioconda.
A pocos pasos de la salida me dejé tentar ¿y si entro en el 2007?, ahora que el enano ese me dejó tranquilo, en algún lugar del planeta tal vez queden alguna botellas felices, ya sé que no es muy distinguido obsequiar cosechas tan recientes, les diré que las dejen añejar para que la felicidad tome gusto. En la entrada un anuncio rezaba «En la medida que el año aún no ha terminado este espacio no posee cronoscopio, todos los acontecimientos se elaboran a la vista del público», un mapa presentaba los recorridos posibles. Mejor evito Darfour, Somalía, Irak, Afaganistán, Medio Oriente, Tchechenia, Congo, Costa de Marfil, los suburbios de París, Londres, Argel, Río de Janeiro, México o Buenos Aires, los orfelinatos de Bucarest o de Moscú, las fábricas informáticas de Tokyo o de Pekin, los barrios negros de New Orléans o Washington, las descargas de residuos de cualquier ciudad, las cazas de ballena y los sitios de pedofilia, los, los, los, las, las, las …pensé rápidamente cómo organizar mi recorrido para encontrar algunas botellas felices, busqué en las islas Mediterráneas, recogí inmigrantes e ilusiones flotando a la deriva, busqué en los cascos polares, vertían los osos blancos lágrimas heladas, busqué en tropicales selvas, avergonzados árboles ocultaban sus cicatrices.
Salí abatido del Mercado de los Años sin nada para enviar, arrastrando pasos y pensamientos pasé delante de unos puestos ambulantes, me detuve, compré arcilla fresca, espátulas y cinceles, siete bolitas y un balero, hilados de amistad, harina de amor, semillas de albahaca y ajo para que el pesto no falle a la hora de la salsa, compré también unos frascos de tiempo para perder, podrán beberlos en caso de agitación excesiva, les mando también unos grisines de soñar, pueden abusar aunque generen adicción … Querida familia, queridos amigos, ya sé que todo esto no alcanza para hacer un año feliz, les ruego mil disculpas es todo lo que pude conseguir.
[1] se trata de Eugen Fischer (1874-1967), autor en 1921, conjuntamente con Erwin Baur y Fritz Lenz, del libro “Principios fundamentales de la ciencia de la herencia humana y de la higiene racial”. Obra que sienta las bases del eugenismo moderno, utilizada luego por Adolph Hitler para argumentar científicamente su ideología y sus planes de exterminio de judíos y otras razas e individuos “ inferiores” .
[2] se trata de Saartjie Baartman, triste y significativa historia que La Historia prefiere silenciar : esclava de un rico granjero afrikaaner, esta mujer de nalgas y senos prominentes fue comprada en 1810 por un médico de la Royal Navy quien la llevó a Europa donde la exposición de “seres exóticos” estaba de moda. Llevada a París para ser expuesta desnuda en ferias y salones, la desgraciada mujer termina allí sus días el 29 de diciembre de 1815 a los 26 años de edad. Lo más increíble es que el esqueleto y el molde en yeso de la “Venus Hotentote” quedaron expuestos hasta el año 1974 en el Musée de l’Homme de París. ¡Recién en el año 2002! sus restos fueron devueltos a África del Sur (devolución autorizada por la ley N° 2002-323 del Senado francés)