20.8.10

¡AY! ¡LAS AGMIDALAS!


La vulgarización argentina, en plena decadencia, ha popularizado la expresión de que para todo hay que tener huevos. En ocasiones, justamente, como se podrá apreciar por cuenta propia, sería preferible no tenerlos. Presumiblemente cultos, nos, los argentos, no sabemos niente de la forcada o corrida a la portuguesa. Se trata de dos bandos, cada uno de la misma aldea, que compiten con los de la otra a ver quién voltea más rápido al toro. Todo esto si el cuadrúpedo, por una falla en los humanos (es una manera de decir) cálculos, empezando por el que hace punta, no entra a revolearlos a las cornadas, como si fueran volantes de una liquidación con rebajas en el supermercado. A la bestia, la de cuatro patas, queremos decir, no se la mata luego de la faena y tiene la cornamenta recubierta por fundas de gruesa suela, lo que impide en gran medida que el pitón, con el impulso de unos 700 kgs. en carrera, se introduzca en el cuerpo humano como sucede bastante a menudo en este espectáculo, pero organizado por las bestias de los vecinos, los galaicos. Pero, aunque resulte obvio aclararlo, no que con el golpe le escoñe hígado, bazo, páncreas y en una de esas hasta la muela de juicio.
El video de más abajo muestra una tenida un poco más completa y el consiguiente desparramo y pisoteo de portugueses. Vale la pena, si es necesario, repetir la pasada y apreciar en detalle no sólo el movimiento del que viene al frente, dispuesto a sacrificar lo principial de su aparato reproductor, sino la cuadrilla de apoyo que viene atrás que es fundamental para: a) reducir al toro una vez que el osado se le encarama arriba del hocico y la tapa la visión, permaneciendo con vida, y b) hacer número cuando la bestia se lo saca de encima como a un mosquito y procede a emprenderla con ellos, que son más, hacen más bulto, le da más bronca y resulta más entretenido. El autor de esta bitácora presenció una, en vivo, en la principal plaza de toros de Lisboa y de vuelta al alojamiento tuvo que pedir una bolsa de hielo para aplicársela en la zona afectada. Consultado de urgencia un discípulo de Freud a orillas del río Tajo, éste le dijo que estaba somatizando y el animal del susodicho, el que suscribe, por si no quedó claro, lo mandó a la puta que lo parió.