"SI A ZIZOU LO TIRAN AL BOMBO,/ VA A HABER QUILOMBO,/ VA A HABER QUILOMBO"
ALBERT CAMUS
Premio Nobel de Literatura 1952,
nacido en Argelia y arquero en un equipo francés de segunda categoría.
CUANDO FALTABAN APENAS diez minutos del complementario y que los finalistas fueran al suerte/verdad de los penales, remedo si los hay de los fusilamientos, en un Mundial 2006 tan tedioso como medroso, de arbitrajes tan horripilantes que un soplapitos le metió tres amarillas a un mismo jugador y lo echó dos veces, esto es, una goma con la que colaboró hasta la impecable eficacia organizativa de los dueños de casa y que salvo algunos rounds de menor cuantía, hasta los barrabravas se portaron bien y la canas resultaron solamente estresados para que los borrachos mearan en las plantas correspondientes de paseos y plazas, no en los caminitos por donde pasaba la gente; faltaban nada más que diez minutos en todos los relojes cuando en un jugada más en el área italiana donde el muerderivales Marco Materazzi aplicó el nuevo método para embellecer el juego y realzar la calidad de los productos de los mayores sponsors, como es el camiseteo, en un claro penal de los 140 que se cometen en todo el orbe con cada pelota bombeada sobre las áreas, el franco-argelino Zinedine Zidane, (a) Zizou, un exquisito de los que siempre hay pocos por décadas que por segunda vez se iba a quedar con el Balón de Oro, le dijo a su empecinada marca pesonal que si quería la indumentaria que esperara que terminara el partido, la intercambiaban y listo.
Ahí habrían salido a relucir las socorridas, para la prensa obediente y la Opinión Pública babieca, en este caso en la lengua del Dante, alusiones supuestamente conocidas liviandades morales de la señora Malika Zidane, en esos momentos internada en un hospital marsellés, como también la de Lila Zidane, la menor de los cuatro hermanos que forman el grupo del famoso jugador, todo siempre dentro de los usos y costumbres, tanto que Zizou habría respondido que también tenía algo oído con respecto a la misma parentela del tano, como que a la hermana mayor le decían influenza porque la había tenido todo el barrio, el diálogo de alto vuelo mientras iban trotando para la mitad de la cancha, adelantándose considerablemente el rapado que jugaba sus últimos minutos como profesional porque se retiraba del fútbol.
Todo siempre dentro de la más apestosas de las normalidades, casi un partido Solteros contra Casados.
De pronto fue lo insólito, lo inédito, lo que todo el mundo vio y hubo que creerlo porque el sentido de la vista es el más confiable. Giro brusco de Zidane que en lo encara al azurri y sin más, con un perfecto frentazo en el plexo, ideal para clavar la pelota tirada por un centro como con la mano, lo acostó en el césped cuan largo era. Inexorable tarjeta roja del quilmeño Horacio Elizondo luego de consultar con el hispánico cuarto árbitro Luis Medina Catalejo porque él había estado de espalda al incidente por ir siguiendo la jugada. El informe original del línea argentino García fue lapidario: "Echalo tranquilo", dicen los bien informados de siempre que le dijo. Lo había visto todo el estadio y buena parte del mundo, para mejor encima ahora está el ojo implacable de los videos. La categoría de drama filosófico a nivel de pensamiento que tiene el fútbol, como dice el cientista social francés Christian Bromberger, que eterniza disputas y polémicas sobre hechos reales acaecidos y percibidos desde diferentes ángulos y pasiones, reavivó trayendo a colación el invento de penal con que Italia ganó un partido y le permitió llegar a la final gracias a la generosidad del galaico, asoció al primer argentino que dirigía una final a una conspiración mundial contra Le Blue y de las butacas peninsulares redoblaron el fraternal cantito de índole histórica, cultísima, como no se podía esperar otra cosa del Primer Mundo:
Napoleón, Napoleón
era maricón...
El martes 11, cuando todavía era un misterio y un ida y vuelta de dimes y diretes de qué había pasado para que un hombre literalmente se suicidara en materia deportiva y profesional, un complejo ferroviario de Bombay era sacudido por otra seguidilla de bombas y de movida merodeaba los dos centenares la cantidad de víctimas fatales, cuando en una entrevista concedido al Canal Plus de París el hasta entonces niño mimado, exquisito del fútbol, convertido en divisor de aguas de los que justificaban o aborrecían la agresión física cometida, respondía con un lacónico ”Ouí” a la pregunta para nada pregunta si lo que le había dicho el defensor contrario Marco Materazzi era “todos saben que sos un terrorista hijo de puta.”
No es la única versión. Primero porque de tomarla totalmente como cierta a la injuria ya no la cree nadie y Zidane habló desde el primer momento, a media lengua, del honor familiar y que le habían incluido a la hermana. El concepto de honor familiar también fue esgrimido por la hospitalizada mamá Zidane, al parecer no demasiado preocupada que le pusieran en duda su honestidad como otra cosa, a punto tal que según el revuelve mierda londinense The Daily News asegura que la buena señora aconsejó la castración sin más del noble deportista peninsular. Si pensara así de todos los que a su hijo, durante la carrera futbolística que ha acabado de esta manera poco acorde a su jerarquía como atleta, le dijeron que ella era puta, una muy gruesa cantidad de los jugadores que están en el Viejo Continente, no todos nacidos allí, tendrian que haber sido capados hace rato.
Otra versión asegura que la frase exacta fue: "Todos saben que tu hermana es una terrorista hija de puta" o una "puta terrorista", y acá tampoco el orden de los factores altera el producto. Un tercera, más tétrica y al menos por ahora sin asideros por la afirmación, da cuenta de lo siguiente: "Todo el mundo sabe que a la hija de puta de tu hermana la mataron por terrorista."
Sea cual fuera el elemento nuevo, desbordante, que opera de gatillo, no es la vieja y desgastada injuria, que ya no irrita a casi nadie, por más primate que sea, fue echar salmuera sobre una herida que encima está públicamente abierta. La Guerra Santa que se está disputando, anticipada por Alvin Toffler en El cambio de poder (1989), acaba de hacer su ingreso formal al fútbol, según el antropólogo paulista Roberto DaMatta, la arena más apropiada que tiene el hombre contemporáneo para representar su drama cotidiano. No podía ser de otra manera. El obviamente derechista Roberto Calderoli, que supo ser funcionario del gobierno de Silvio Berlusconi, todo poderoso multimediático y dueño del Milan, que sostiene a la barra de la Fossa di Leoni, puso lo que faltaba: “Francia sacrificó su identidad con un equipo compuesto por negros, islamitas y comunistas”, sentenció con toda la ampulosidad de la que son históricamente capaces los itálicos. No hay que desesperar ni empezar a rasgarse inútilmente las vestiduras: en el repaso del inventario se tragó a un sudaca argentino y lo de algún judío ya vendrá, no nos pongamos ansiosos, hay más copas UEFAs y Mundiales, como coronar todo con algún tísico proveniente de Asia u Oceanía.
Acá lo que importa, lo desequilibrante y detonante, es lo de islámico=terrorismo, ya instalado para siempre en el inconciente colectivo, como también no se debe perder de vista el hecho que el partido real terminó con un empate, algo que para el sociólogo francés del deporte Bernard Jeu es inconcebible porque esta variante de porfiada puja no lo admite. Tiene que haber un vencedor y para el vencido, la muerte. Simbólica y todo lo que se quiera, pero la muerte al fin y al cabo. Como tampoco datos de la realidad que el ahora meneado incidente, con jueguitos multimedia en la red y canciones que ya son hit en Francia, acaeció en la Berlín que hasta hace poco tenía un muro que fue derrumbado y que a muchos se les cayó encima, como resulta evidente en el caso de Calderoli y Materazzi, a todas luces sepultados bajo los escombros, en una Italia satirizada sin piedad en Gente di Roma, del comunista Ettore Scola, con la reacciones del romano medio frente a la invasión negra que están sufriendo, y bajarse del avión con el trofeo y poco menos que todos ir en cana, casi medio plantel en la picota por ir a menos siempre y cuando primo il soldi, cuatro de los clubes más tradicionales a la segunda división, otro porque es el Milan se queda pero arranca con 15 puntos menos, sanciones de dos años para dirigentes y árbitros por la organización mafiosa para dibujar el totocalcio y hacer algunos euros extras. La definición por penales le pone una apenas una pátina futbolera a la ascética y fría revoleada de moneda. Porque en el fondo es lo mismo. La superioridad deseada (Ernesto Escobar Bavio) que pone en juego el fútbol desde hace más de un siglo no quedó dirimida en el resultado oficial de las planillas, pero quedó abierto un rumbo cuando faltaban diez minutos para el tiempo reglamentario que no lo van a poder calafatear ya nunca más..
Resumiendo muy esquemáticamente el escenario: dos ex potencias coloniales disputando la final de un Mundial de fútbol con sede en el punto de partida de dos guerras en el siglo pasado y en la segunda la puesta en práctica de genocidios masivos y un ser humano, un individuo excepcional por sus dotes de la práctica de un deporte que es el paradigma mismo del capitalismo y de la larga marcha tras la gran ilusión de alcanzar el paraíso, hijo de extraditados colonizados, con toda su pesada carga cultural como simple individuo de carne y hueso, porque él mismo, al ser hijo de la segregación, sin quererlo reencarna a un muy ilustre antepasado y compatriota como Albert Camus, autor de El Extranjero y El Mito de Sísifo, para colmo jugador de fútbol de segunda, y puso culo para arriba todo en un segundo, como es justamente característica esencial del fútbol y uno de los motivos de su fascinante atracción. "Yo me voy porque usted tiene razón", contó el árbitro Horacio Elizondo que le dijo Zizou con todo respeto, "pero también habría que saber por qué pasó." ¿A dos semanas de haber cumplido 34 años, nacido y criado en La Castellane, barriada con más selecta prosapia de Marsella, con dos décadas de fútbol y casi sin pelo, podía abrigar la pendejada de querer conmover a un árbitro diciéndole señor, señor, el tano me dijo hijo de puta y que mi hermana es un yiro? La coherencia entre la actitud y los dichos de Zizou tienen la misma magia, belleza y armonía que cuando juega al fútbol y a la pelota jamás le pega, sino que la acaricia, como han hecho, hacen y harán los grandes, los elegidos.
La final Francia-Italia dejó de existir. Lo único trascendente es lo excepcional: el formidable, impecable bochazo in péctore para despatarrar a un contrario y sin aparente motivo o trivialidades para entretener a la plebe con la pregonada santa castidad de toda madre que se precie de tal.
Sin aparente motivo, se insiste, en lo inmediato anterior. Porque apenas segundos antes los había habido de sobra, para colmo con siglos de historia encima, y no eran más que resultado que lo que se venía acumulando como sedimento en las últimas décadas en una Europa remecida por todos lados.