Los piratas nos hacemos cada día
Desde tiempos inmemoriales está instalada la idea de que lo bueno viene desde la cuna. O mejor: desde el útero. O tanto más: desde las células que generaron ese ser que se enorgullece de haber ‘nacido así’. Pero esta gran falacia no deja ver un costado humano tanto más interesante que los genes o la sangre o como se llame aquello que se trae, presumiblemente, desde siempre. Y con ello me refiero a la posibilidad de hacerse con el paso y el peso de la historia. Simplifico: es bueno traer cosas de la cuna. Pero tanto más es ir aprendiendo de lo que hay, para ser eso que hay.
Todo esto, ¿dicho para qué? Para desmitificar una de las frases más utilizadas en el fútbol: “Yo nací siendo de...” La citada frase evoca una especie de intocable e inmaterial tiempo inexistente en que nos formamos sin saber un carajo de nada. Aburrido. Sin ser, ya pretendíamos ser. Yo debo decirlo: yo no nací de Belgrano. Me hice hincha de este club recién entrada la adolescencia, años más, años menos.
¿Y para qué me sirvió no ‘haber nacido de’? O bien: ¿sirve de algo esto que cuento?. Sirve. Sirve para racionalizar la pasión. ¿Es posible?. Capaz que sí. Veamos: uno elige ser hincha de un cuadro por cercanía –pobres los cordobeses que optaron por clubes de Buenos Aires, que es como ser hincha del Milan viviendo en Atacama-, por identidad, por los amigos. Yo me hice por el barrio. El barrio era pirata, mis amigos del potrero eran piratas y yo no tuve más remedio: me hice pirata. Dejé de lado esos viejos e impostados colores porteños que no sentía y me hice de Belgrano y empecé a ir a la cancha y me hice más amigo de mis amigos celestes porque íbamos a la cancha sin un mango y esperábamos que abrieran las puertas en el segundo tiempo para entrar con una sábana celeste que tenía nuestros nombres y esos sábados o domingos no dejábamos de gritar soy pirata, soy pirata. Desde la cuna soy pirata, cantaba yo también, mintiéndome a mí mismo y a la mayoría cordobesa. Acaso por vergüenza. Por el mito ese que dice que se tiene que ser desde que no se es.
Pero claro: acá interviene otra historia. Y es la de buscarle fundamentos a lo que uno ha elegido. Y que lo ha elegido por cuestiones que no hacen a asuntos de la cabeza. Pero, ¿cómo carajo uno le da fundamentos a esos colores, a esos once perros corriendo atrás de una pelota, a esos energúmenos que por decenas de miles llenamos una cancha y cantamos y cantamos y cantamos y cantamos?. Y lloramos. Sí señores: yo he llorado por estos colores y los 40 mil maricones que me abrazaron ante cada gol a favor, ante cada gol en contra, ante cada travesaño estallado, esos 40, 50 mil maricones también lloraron en mi hombro. ¿Cómo entonces darle razones a lágrimas incomprendidas?
Para la búsqueda de esa respuesta, tuve que ir al pasado. Y bucear y reconocerme en ella y caer en la cuenta que lo que se siente por Belgrano no es más que años de historia, lucha, convicciones y mucho, pero mucho huevo.
Vamos por el nombre. Particularmente, jamás podría ser hincha de un equipo que se llame establecimiento, talleres, corralón o instituto. Jamás. Belgrano, en homenaje al prócer más desprendido y noble, pichón de jacobino, es un lindo nombre.
Vamos por el creador: Particularmente, jamás podría ser hincha de un equipo fundado por ingleses o por marcianos. No es chauvinismo. Es sensatez. Pero por un pibe de 14 que después fue casi un genio popular, puede ser. Porque eso fue don Arturo Orgaz, nuestro fundador, uno de los cordobeses más destacados del Siglo XX. Tenía 14 y con los muchachos de la barra fundaron Belgrano en 1905 y le pusieron los colores de la patria. Unos años más y Orgaz protagoniza la Reforma Universitaria junto a otros ilustres como Deodoro Roca, Gregorio Bermann y Saúl Taborda –que ruego a los cielos, se hayan hecho piratas-. Unos años más y es el padre del socialismo local, al cual representa como candidato a gobernador y a vicepresidente de la Nación. Y después, periodista, poeta, pensador, docente universitario, abogado. El senador provincial que le dio a Córdoba el descanso de los sábados -¿para ir a la cancha?-. Por siempre, el mejor orador que tuvo la Doca en su historia. Un fundador con las letras bien puestas. Nada de inglesitos.
El barrio. ¿Podría yo ser hincha de un equipo que traiciona su origen y su muda a un barrio muy bonito, nulo de pasión?. Jamás. Alberdi es el barrio de Belgrano. Y Alberdi no sólo es Alberdi, también fue el primer asentamiento urbano de los últimos indios de estas tierras, que las tuvieron hasta que un gobernador vestido de azul y blanco les prohibió la propiedad comunitaria, les prohibió su lengua y esos ritos ancestrales que hoy añoramos. Alberdi fue un territorio libre, el último de la Córdoba conquistada. Después, Alberdi fue espacio de estudiantes que lo rebautizaron Clínicas, lugar desde donde se hizo la Reforma, la gesta estudiantil que acabó con la incidencia del clero en la Universidad Nacional de Córdoba –la segunda del continente- y se extendió a toda América latina. Alberdi es Cordobazo. Mientras los dictadores de entonces tenían sus bonitas casas en Barrio Jardín, en Alberdi se alzaban barricadas y se protegía a los estudiantes y obreros que querían otra Argentina. Ahí estuvo Agustín Tosco, que, hay que decirlo, era de Huracán, pero su nieto lo entendió y hoy forma parte de nosotros. Hoy, Alberdi es una populosa barriada que vibra cuando por Orgaz viene bajando la marea celeste hacia el Gigante, nuestros estadio. Usted viera lo que es eso.
¿Y los títulos? ¿Son razones para darle argumentos a una pasión? Puede ser. Ser el primer equipo de Córdoba en jugar un Nacional -el de 1968- o el primero de la provincia en ganar un torneo de AFA –Regional 85/86- y el único equipo del mundo en tener de hijo a su clásico rival durante 15 (léase quin-ce) años, también son argumentos que hasta convencerían al mismo Sócrates de hacerse pirata. Ojo, a lo mejor lo fue y a mi se me escapa.
¿Y que la hinchada sea una sola, que cante todo el partido y aplauda y aliente hasta en los momentos más duros y difíciles –que han sido mayoría-, vale como razón a la sinrazón?. Otra buena razón razonada.
Y ahí está: no es necesario ‘nacer de’. Es mejor ir haciéndose ‘de’. Y tener sobradas razones para explicar que la historia de Belgrano no es más que la misma historia del pueblo de Córdoba.
Tengo un sueño, quizás el mayor: abrazar a mi hijo-tan pirata como el padre- y no soltarlo jamás el día en que Belgrano sea el campion. Sí, el campion. Y sé que ese día está llegando. Por Orgaz, por la Córdoba de los indios, la Reforma y el Cordobazo. Por el potrero y mi barrio pirata, por los amigos de la infancia que no volverá y por los hermanos de sangre color cielo que lloraron en mi hombro.
30.7.08
PIRATAS TENIAN QUE SER...
Ese día, celeste que arderá, está llegando.
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