21.6.10

EL GATILLO FACIL AL BORDE DE DEPORTE NACIONAL



Posiblemente el Mundial 2010 en Sudáfrica, con el efecto momentáneamente narcotizante que tiene el fútbol, multiplicado por el imperio de la electrónica, pero fundamentalmente la lejanía con Buenos Aires, atenuó la gravedad y magnitud de las tres muertes de jóvenes, la pueblada y por momentos el descontrol y desborde. Pero prácticamente no hay fin de semana en que no sucedan hechos similares donde, si no hay uniformados involucrados directamente, jóvenes en aparente tren de entretenimiento y distracción terminen en batallas campales, tiros y cuando no, reventados por patovicas. Muy prudentemente el Gran Periodismo evita las estadísticas sobre el asunto cuando son capaces de publicar pulcras infografías con cuántas pulgas pasan por el cogote de un perro de raza en un country o un barrio cerrado. Mientras, una segunda ola suicidógena sacude el sur de Salta sin que se atine a hipótesis pausibles y se olvide de la devastación de dos parques nacionales, años atrás, para hacer campo raso con aborígenes y todo, cosa de que la soja tuviera cancha libre.

Mientras el gobierno se regodea en el tilinguismo de la recaudación fiscal y el aumento de la producción de autos, alternando con algún resfalón presidencial grave con la defensa abierta de los amigos de Aníbal Fernández enviados a Sudáfrica [ver], el levante del corte del puente de Gualeguaychú, después de tres años, de haberlos apañado y ahora amenazarlos con tirarles todo el fuero federal encima, el portazo del canciller Jorge Taiana, un pulcro ex montonero con varios años becado por los militares que no se quiso embarrar en los chanchullos de los Uberti, Antonini Wilson & Co., los despelotes ya a la vista con la paqueta Mercedes Marcó del Pont al frente del Banco Central en reemplazo del reemplazado Martín Redrado por negarse a entregar esos fondos al potlash kitchnerista, solamente el paquete sensacionalismo del multimedio y la desorientación fragmentada cada día más de la oposición tira bombas de humo para por lo menos tratar de pensar fríamente qué está pasando. Si algo nos faltaba, con Cecilia Pando que abrió rumbos en la materia, ha sido que los partidarios de lo inconcebible y vergonzante hayan decidido sacarse la careta. Salen a la calle con pancartas de consignas universales pero como panegírico de la infamia, tipo los partidarios de los violadores de General Villegas y ayer la paquetería de Bariloche, ovacionando a la policía, apoyándola, todos con el uniforme de ropa súpersport cara y de marca, para la nieve, querido, no como esos negros de mierda del alto, si hay que matarlos a todos, no queda otra. Para algunos el asunto empezó con el ingeniero trucho Juan Carlos Blumberg y hay otros que se animan a hablar de un proceso de derechización de la honorable clase media argentina. Más bien se podría hablar de sincerización y del lugar que ocupa en el imaginario colectivo todo tipo de crimen, ya sea la corrupción creciente, la tortura y los fusilamientos sumarios.

Ya nos habíamos colombianizado. Ahora nos hemos brasileñanizado. No debe faltar mucho para la gran movilización en pos del retorno a Fernando VIIº y vivar a Juan Carlos Iº como nuestro Gran Segundo Trabajador. Hay que esperar que España decaiga un poco más, que queden los requechos y allá iremos. Todo el sarcasmo y la ironía fáciles no alcanzan a retirle ni la cascarita de lo preocupante que pinta el asunto. El Partido de los Comedores de Vidrio está ganando adeptos en todos los sectores, no en los dominantes, que siempre fueron entreguistas por default, además de retrógrados y cínicos.

Arnaldo Rascowski, en pleno Proceso, recurría a los griegos y a su maestro Sigmund Freud, cuando recordaba que el aparato psíquico humano está más o menos pertrechado para que los hijos enterremos a nuestros padres porque constituye la normalidad del ciclo biológico. Pero que al revés, que los padres entierren a los hijos, no. "Eso sucede en la guerra", decía. Los baches insalvables, que son más de uno, entre el paradisíaco discurso oficial, el Apocalipsis Now de la oposición y una realidad espasmódica, irregular, así y todo el descontento, la desesperanza, la falta de confianza y credibilidad están ganando cada vez más terrreno hacia la dispersión.